Ante el imperativo de relanzar la política como ciencia, en el país, particularmente en la juventud, que vive el oscurantismo de las ideas concretas y compartidas, producto del desgobierno procaz, la corrupción institucionalizada y la temible inseguridad ciudadana; es necesario ubicarnos en el espacio y el tiempo de nuestros pueblos, para observar la velocidad de los cambios producidos por la revolución científica tecnológica que, en rigor, no ha cambiado el “Establishment” de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
En países como el nuestro, debe impulsarse un cambio
cualitativo, antimonopólico que contribuya a la obtención de respuestas reales
de los ciclos económico sociales en sus formas de producción nacional con
justicia.
Al confrontar esta realidad, es imprescindible causar una
revolución en nuestro país, por supuesto, en el estricto significado de la
palabra.
Para la Real Academia Española (RAE), la palabra “revolución”,
que tanto asusta y trauma a los “verdes” como sublimiza y entusiasma a los
“colorados” ambos han respondido con inexcusable irresponsabilidad histórica
ante el país y ante el pueblo. La define como el movimiento de un astro en el entorno
de su órbita. Es una acción de revolver. Revolución es inquietud, alborozo,
sedición, cambio dinámico. Es mudanza de las cosas en el estado y en el
gobierno. En rigor, revolución es un giro o vuelta que da una pieza sobre su
eje.
El revolucionario es el sujeto perteneciente a la
revolución o mudanza de las instituciones políticas, del Estado y del Gobierno.
En otras palabras, es un partidario de la revolución. Y, revolucionar es causar
una revolución, un cambio.
En recientes imágenes, dejadas por la pandemia y el fallecimiento
de un congresista en el sur, revelan la precaria situación de los sectores
salud y educación, nos indican que es imperativo en nuestro país, llevar a cabo
una verdadera “revolución” de transformación estructural socio económica que,
no será fruto de violencia ciega, bruta e irracional; sino fruto de la
interacción intelectual, con el conocimiento, con principios y valores, bajo un
concepto de desarrollo para hacer justicia a los pueblos del Perú.
Este concepto debe ser entendido como un proceso de
consecución de logros, tanto cualitativos como cuantitativos, en el orden
económico, social, político, cultural como en el medio ambiente, que permita a
los peruanos, tener una mejor calidad de vida y, su realización personal y
productiva.
La estructura del Estado peruano viene manteniéndose
desde hace 202 años, sujeto a nefastos y voraces intereses de grupos de poder
económico y social, privilegiados y dominantes, entreguista e inepto, que
presta oídos sordos a las reclamaciones de justicia de las provincias, que somos
la mayoría en este país.
El insigne historiador, Jorge Basadre, en sus
obras formula el reclamo de nuestras provincias, a fin de poner término “al
orden injusto y arbitrario” cuando hablamos de organizar un Estado
descentralista, no hacemos sino recoger los anhelos de la regionalización del
país para descentralizar el Estado, que es como un nuevo encuentro con la
historia para conseguir una “justa distribución de la riqueza”.
En su momento, otro escritor, Emilio Romero, se
refiere a Lima, la capital, donde se concentra el poder político, la toma de
decisiones administrativas y la excesiva concentración institucional de la república,
que se ha convertido en el “cuello de botella” en el desarrollo nacional y por
ende, el desarrollo regional.
El pensador José Carlos Mariátegui (Siete ensayos
de la realidad peruana) dijo: “el departamentalismo es un término político que
no designa una realidad y menos aún, una unidad económica. No concibo un
regionalismo que condene abstractamente el régimen centralista sin objetar
concretamente su peculiar división territorial”.
La visionaria lucidez de Víctor Raúl Haya de la Torre
(discurso programa 1932), señala que: “el regionalismo económico, supone la
investigación y clasificación científica de las diversas regiones del país, de
acuerdo con su realidad geográfica, grado de desarrollo de la producción,
posibilidades, zonas de mercado próximas. Todo debidamente planificado”.
En consecuencia, “se debe buscar la solución dentro del
problema. El problema dentro de la realidad y la realidad dentro de la
geografía”.
Asumir este pensamiento, significa iniciar una
verdadera revolución en nuestro país, para lo cual los peruanos, debemos
tomar conciencia de esta imperiosa necesidad que sin temor alguno, cambiaremos
viejas estructuras de dominación y marginación, para encontrar el camino de
nuestro desarrollo integral, armónico y concertado de nuestros espacios geo
económicos como también el uso racional del territorio para la justa y equitativa
negociación en la explotación de nuestros propios recursos productivos.
Para ello, los peruanos necesitamos, conciencia favorable
y responsable para el cambio, necesitamos revolucionarios, necesitamos causar
una revolución en el país, donde sea realizable una sociedad en la que se encuentre
el pan y se respire libertad.
FUENTE:
La Región asumiendo su desarrollo.
Eudoro Terrones Negrete -1990
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