Ante el deterioro moral de la clase política nacional, en éstos últimos 40 años hemos vivido una democracia adulterada, que no es precisamente aquella que lo peruanos esperamos, es decir, aquella de “Por el Pueblo y Para el Pueblo” que se entiende como bienestar económico, social, cultural y político, dentro del estricto cumplimiento de la ley.
El descubrimiento y lo que se sigue descubriendo de una corrupción institucionalizada en todos los niveles del Estado peruano y la clase empresarial, tiene una tenaz lucha de gran envergadura donde han caído Presidentes de la República, Ministros, conocidos empresarios, funcionarios públicos y privados de primer y segundo nivel, llegando con pavor a una delincuencia generalizada en Palacio de Gobierno, en el Congreso de la República, en las Fuerzas Armadas y Policiales, en el Poder Judicial, en el Ministerio Público, en los Gobiernos Regionales, en los gobiernos locales, en calles y plazas.
Esta clase política como las instituciones del país, son como el pescado, empiezan a podrirse por la cabeza.
Era necesario que aparecieran jóvenes fiscales y jueces para hacer justicia en nombre de "éste pueblo y para éste pueblo".
Esta lucha frontal, la han asumido jóvenes fiscales y jueces pertenecientes a una nueva generación comprometida con la justicia y el desarrollo de este país, que sabemos durará un buen tiempo para limpiarlo.
Mientras tanto, quienes tenemos convicción política basada en valores de lucha contra toda clase de injusticia, tenemos la obligación de ocuparnos por la reconstrucción de la democracia, como conducta ciudadana, con un cúmulo de actitudes positivas, de reconstrucción moral y social muy diferente a la que se creía que era aquella de solamente participar en elecciones y gozar de la frivolidad y concupiscencia del poder y la impunidad.
La democracia a nuestro entender, es paz social, moral pública, aplicación de la ley para grandes y pequeños.
Aspiramos a una democracia de Pan con Libertad real, no como declaración constitucional sino que refleje el ejercicio irrestricto de los derechos humanos.
La democracia no puede ser una utopía.
Es imperativo relanzar la política, pensando en la juventud y proponer metas a la sociedad en su conjunto, instrumentalizando la concertación institucional, ante la dinámica de los intereses económicos como respuesta al desarrollo de nuestro pueblo.
En otras palabras, necesitamos relanzar la política de las ideas compartidas. Una política de soluciones concretas y no excluyentes. Creo en síntesis, interpretar la realidad actual para dar una respuesta integral y sostenida de verdadera justicia social, como lo haría Haya de la Torre fiel a su pensamiento dialéctico.
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