Muchas veces nos preguntamos ¿por qué los peruanos estamos, como estamos? Si Dios bendijo nuestro país con inmensos recursos naturales, para hacer de ellos, la tarea de vivir bien, todos los peruanos.
La respuesta cae de madura; somos un “país subdesarrollado” en todo sentido. Porque estamos mal administrados y muy mal organizados.
El Perú actual tiene una población aproximada (INEI-21) de 33 millones de habitantes, menos, 8 millones que se encuentran en Lima, la gran ciudad capital, 25 millones, a los cuales le sumamos 7’760,000 que significan el 97% de los 8 millones, que se ubican en los asentamientos humanos, centros poblados, urbanizaciones populares de interés social, distritos; viviendo casi en las mismas condiciones de su lugar de origen, costa, sierra y selva; norte, centro y sur del resto del país. Si sumamos y restamos, tenemos que 32’760,000 constituyen la gran mayoría del resto del país, donde “muchos” tienen posibilidades de plantearse mínimas expectativas de desarrollo personal, técnico-profesional y social. “Otros” atienden sus elementales necesidades, como también “algunos” buscan mejorar sus expectativas, y “otros” en su mayoría subsisten su día, día. Y, también “hay quienes” poco tienen, y los “que nada tienen” y forman parte de los vicios y la delincuencia.
Desde hace 202 años de vida republicana, el Perú tiene la tarea histórica de superar viejos problemas estructurales y coyunturales; propios de una sociedad heterogénea, falta de integración y altamente dependiente del exterior; acentuándose en forma amorfa la marginalidad económica, social, política y cultural de amplios sectores de la población peruana. Estas desigualdades han agudizado el conflicto social creciente y han llevado al país a una situación inviable de todo esfuerzo por superar el subdesarrollo y la vida democrática del país.
El Estado peruano, hasta hoy, ha demostrado su incapacidad para dar respuesta a esta situación, más bien, a contribuido a reforzar esta injusta distribución de los recursos económicos y sociales con una orientación política-económica, pasando del proteccionismo al liberalismo y apertura indiscriminada al rentismo globalizado.
Habría que plantearse y proponer un nuevo “modelo de desarrollo” que se caracterice por ser socialmente justo, políticamente legítimo y económicamente eficiente que responda con seriedad y responsabilidad a los intereses de las mayorías del país.
Este nuevo “modelo” debe contener el carácter “nacionalista” que consolide la identidad peruana y con mejor capacidad de negociación, asegure la independencia económica del país frente a los intereses rentistas de los grandes grupos de poder económico del exterior. Y, de carácter “democrático” que cuente con el consenso mayoritario de la ciudadanía y convoque el aporte y el esfuerzo de todos los peruanos, investidos o no de autoridad.
En países como el nuestro, el “Desarrollo” aparece como un proceso histórico que implica la necesidad de cambios estructurales profundos en los campos de la economía, la cultura, la organización social, política y medio ambiental, a través de una movilización del esfuerzo interno y de las fuerzas productivas.
Este fenómeno implica necesariamente un enfrentamiento estratégico a las estructuras de dominación y dependencia y, en consecuencia, no puede realizarse sin grandes conflictos tanto internos como externos.
Estimados lectores, por razones de espacio y tiempo, en la próxima nota trataré de explicar el “concepto, estrategia y conciencia” de desarrollo para un país como el nuestro.

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