NO ES ALANISMO, son alanistas, un grupete de delincuentes.

 

Pretendo hacer algunas precisiones con respecto a estas dos palabras, que frecuentemente se utilizan en muchos medios de comunicación sin rigor idiomático ni político. Por lamentable ignorancia.

 

Denominar “Alanismo” a los admiradores del “fugado suicida” es otorgarle una categoría fundamentalista de una ideología ilustrada en situación de equivalencia como liberalismo, marxismo, socialismo, aprismo, comunismo, luterismo, cristianismo y demás ismos. No representan ni significan un principio o valor que propugna la secularización de alguna cultura.

 

Se les denomina “Alanistas” por su naturaleza y accionar, a los “grupetes electoreros” sin convicción ideológica, que llegaron a enquistarse en el organismo dirigencial del Partido Aprista Peruano a partir del primer gobierno aprista 85-90, convirtiéndose en ganforros de la fanfarronesca del Presidente de entonces, que lo hicieron sentirse como el romano Calígula, por su evidenciada debilidad; el Alter Ego, su Avatar, proclive a la traición de principios y valores, accesible a las decisiones de Estado con ventaja personal o de grupo y protección de actos colaterales delincuenciales de sus avezados “amigos”.

 

Para consolidarse en el poder político gubernamental, los “Alanistas” aprovecharon la tradicional disciplina partidaria, casi dogmática de la leal militancia, para alejarlos del partido, con zancadillas en los “congresos” partidarios nacionales y perpetuarse en la conducción política con los nefastos resultados lamentablemente conocidos.

 

Los alanistas lograron lo que, ni la derecha ni el comunismo locales, fueron capaces de hacer.

 

Los enemigos estuvieron dentro, para asestarle el puñal artero de la traición al partido de Haya de la Torre, la vergüenza de la corrupción comprometida, la delincuencia patrimonial y electorera provocaron la decadencia continua y sistemática, hasta el asesinato del glorioso Partido Aprista Peruano, vanguardia de las luchas populares en el Perú.

 

Hoy, estos asesinos políticos están buscando desesperadamente “reinscribir” a la víctima, y lo lograron, pero… mal, con las mañas de siempre y con los cómplices de siempre al muerto, para seguir “viviendo y usufructuando” de él, no sólo de la herencia ideológica, desviándola al servicio de los enemigos, sino también de la herencia patrimonial.

 

Durante más de 35 años de “oscurantismo ideológico” no se formaron cuadros, técnico-políticos con formación doctrinaria, para confrontar la realidad del espacio temporal con responsabilidad y sabiduría contra los enemigos naturales del aprismo, la derecha cavernaria y el comunismo infantil e irresponsable. Sólo se limitaron a la idolatría al gobernante de turno, megalómano, bipolar de los dos gobiernos “obristas” 85-90 y  del 2006–2011 ensuciándose sus manos con la corrupción institucionalizada.

 

Los “alanistas no son apristas”, no pueden representar al APRA de Haya de la Torre, ni la vigencia de los principios y valores que hicieron grande y decente al Partido Aprista Peruano de Víctor Raúl y sus mártires, que están en el corazón y en la mente de su leal militancia y del pueblo al que representó siempre su esperanza de justicia de Pan con Libertad, que significa ni con la derecha, siempre de los explotadores y expoliadores, ni con los comunistas, siempre infantiles e irresponsables.

 

Por ello, no es correcto denominar “alanismo” a quienes no representan una posición ideológica o enfoque doctrinario de una teoría fundamental. No se les puede dar la categoría del fundamentalismo universal, compararlos y elevarlos al nivel del cristianismo, marxismo, ateísmo, pragmatismo, relativismo, socialismo, liberalismo, luterismo, nazismo, judaísmo, aprismo, catolicismo, etc.

 

Simplemente son un grupete de avezados delincuentes, traidores, electoreros que viven y vivirán a la espera del ómnibus de la oportunidad para subirse y los lleve al paradero de sus fechorías.

Así de simple.

 

 

 

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