Mi genuina lealtad aprista, me convierte en ser reconocido por los mejores e ignorado por los mediocres.
El destino me honró con el privilegio juvenil de conocer a
Víctor Raúl Haya de la Torre, de quien recibí su paternal afecto y energía
vital de su grandeza espiritual y aquellas lecciones de vida, que calaron en mí,
el signo permanente de beber de la fuente viva sus principios y valores del
pensamiento aprista para predicar al pueblo, la justicia social y luchar por ella.
Haya, no sólo fue un líder histórico sino un archivo
viviente y testimonial de innumerables y ejemplares luchas contra la
injusticia.
Hace 58 años nos dejaste maestro, y tu legado quedó con
nosotros, tus leales compañeros y ante la tumba que te aguarda hoy, para
decirte como lo diría el combatiente Manuel Seoane: “Jefe, maestro comprendo
que estoy amarrado a tu destino por tus ideas y también por tus sentimientos.
Unos y otros llenaron mi vida entera”.
Haya de la Torre, murió pobre con dignidad e ingresó a la
historia por la puerta grande y luminaria, como los hombres probos y, hoy ocupa
su lugar en el aposento de los bienaventurados.
Así te recuerdo. Jefe.

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