ESTIMADA ANGIOLINA, discípula de Adam Smith


 


Estimada Angiolina…

 

Estuve muy preocupado para dar respuesta inmediata a tu comentario tan lúcido por cierto, enmarcado dentro del diálogo abierto, sincero y respetuoso, y reconocer tu punto de vista muy propio de una aplicada discípula de Adam Smith.

 

Nuestras posiciones son de orilla a orilla del rio donde sus aguas no son las mismas todos los días, en el que, por un lado, está el interés de las inversiones de capital planificadas y debidamente organizadas y por otro lado, el interés de los 33 millones de peruanos con sus  elementales necesidades insatisfechas a través del tiempo. Los inversionistas representan a los primeros y el Estado representa a los segundos.

 

La Globalización es un proceso real y ambivalente, es decir un “modo de producción global” que cada país debe asumirlo, aprovecharlo e iniciar su proceso económico hacia la competitividad y complementariedad con otras economías.

 

Si esa globalización es impuesta a los países emergentes y/o subdesarrollados, como el nuestro, como condición de créditos e inversiones, tanto por organismos internacionales como empresas transnacionales, se estaría ejerciendo un modo imperialista, como lo señalan Negri y Harth en su libro “Imperio”.

 

Estados Unidos como Rusia y China son imperialistas porque la característica esencial de sus economías, se basa en la explotación del hombre por el hombre en el primero, y la explotación del hombre por el Estado en los segundos.

 

Allí, deviene el rol antimperialista del Nuevo Estado que aspiramos, que no solo reside absolutamente en la nacionalización de los bienes, sino esencialmente en la capacidad de promover una respuesta defensiva e integrada de los pueblos para enfrentar el globalismo ambivalente que por un lado nos trae riqueza y por otro, pobreza.

 

Por ello, los mecanismos económicos y comerciales deben dejar de ser asimétricos, para que las inversiones vengan en condiciones de “justa negociación” sin imponer porcentajes ni exoneraciones tributarias, sin exigir abolición o liberación de los derechos laborales, extracción ilimitada de nuestros recursos naturales y sin compromiso con el destino de nuestro país.

 

Ahora bien, la Integración Continental como el medio más eficaz de hacer frente al imperialismo, significa en el pensamiento ortodoxo de Haya de la Torre que la nacionalización de las materias primas, no eran por sí mismo medidas antimperialistas, sino que sólo la acción integracionista podría ser de manera cabal.

 

No debemos perder de vista que estamos en el tiempo de los grandes espacios o Pueblos Continentes como Europa, China, India, Estados Unidos de Norte América y en el caso de América del Sur, le corresponde construir su camino como los Estados Unidos de Indoamérica para lograr acuerdos con grandes y potenciales economías.

 

La política social del Siglo XXI debe ser en éste nuevo sentido. Antimperialista.

Con fraternos saludos.

SAI.

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